Vejer de la Frontera,
blanca rosa de piedra
que giras en la cima
de un planeta elevado.
¿Quién sostiene tu tallo
desde el mareado abismo?
¿Quién plantó tu semilla
bajo una luna llena?
Perderse en las callejas
de tus mil laberintos
es cuál andar a lomos
de un toro que, cegado,
mochó sus fieros cuernos
contra muros altivos,
y ahora vaga a tientas
de azahares embriagados.
¿Cómo tiene una rosa
en su interior naranjos?
¿Cómo esplenden racimos
de soles en sus calles?
Por respuesta un tañido
de bronce me retiembla,
y la noche descarga
una estrella en mi mano.
¿Un hebreo alquimista
pergeñó este prodigio
mezclando en su redoma
vientos, rocíos, rayos?
¿O el secreto fragante
de esta rosa que miro
lo guarda en su mirada
la Virgen de la Oliva?
Vejer es un enigma
que se entrinca en sus calles
ante un pavor de mudos
balcones asomados.
Entre tanto la vida
le mana por sus fuentes
y un azulejo espeja
el paso de los siglos.
Vejer de la Frontera
¡Ya lindas con mi pecho!
y doblan mis latidos
desde tu campanario.
